viernes, 30 de marzo de 2012

Abajo, el Infierno


En una entrada anterior miramos hacia arriba, hacia el Cielo. Hoy nos toca mirar hacia abajo. En la mayoría de las religiones, el Infierno es un lugar -o un estado- de sufrimiento y tortura reservado a los malvados y los pecadores. Según algunas creencias es eterno, mientras que para otras es otro paso intermedio.

Lucifer, rey del Infierno (G. Doré)
Si bien el término en español nos hace pensar en un lugar caliente, y en ese sentido lo usamos cuando decimos “hoy está hecho un infierno” o “hace una temperatura infernal”, su origen latino hacía referencia a una dirección: inférnum, o ínferus significan inferior o subterráneo. En el idioma inglés moderno, la palabra Hell (Infierno) proviene de hel, o helle, que en el inglés antiguo usado en el período del paganismo anglosajón (s. V a XIII) se referían al mundo inferior o subterráneo en el que habitaban los muertos, y que a su vez derivan de halja, que en el idioma protogermánico significababa “el que esconde algo”.

Una de las más antiguas referencias a algo similar al Infierno la encontramos en el antiguo Egipto, más específicamente durante la época del Imperio Medio, del 2055 al 1650 a.C. En este período, Osiris era considerado el dios de la resurrección, la vida después de la muerte, el Inframundo y los muertos. Su culto le ofrecía hasta al más humilde de sus seguidores la posibilidad de una vida eterna, siendo la idoneidad moral el factor principal a la hora de determinar si la merecían. Después de morir, las personas eran juzgadas por un tribunal de cuarenta y dos jueces. Aquellos encontrados culpables eran arrojados a un “devorador”, que los castigaba por medio de terribles tormentos y luego los destruía. Es muy probable que estas descripciones hayan influenciado las ideas medievales del infierno.

Las evidencias más antiguas de la noción de un Inframundo habitado por los muertos pueden encontrarse en las culturas sumeria, babilonia, acadia, asiria e hitita, entre otras. De entre los pocos textos que sobrevivieron hasta nuestros días, podemos encontrarlas en la Epopeya de Gilgamesh, “El descenso de Inanna al Inframundo”, “Baal y el Inframundo”, “El descenso de Ishtar” y “La Visión de Kummâ”.
Mictlantecuhtli, Señor de Mictlán

Otras mitologías en las cuales encontramos equivalentes del Infierno son la bretona (Anaon), celta (Uffern), eslava (Peklo), finlandesa (Tuonela), Bagobo (Gimokodan), india (Kalichi), Haida (Hetgwauge) y Swahili (Kuzimu), por citar algunos ejemplos. Los pueblos americanos también tenían sus equivalentes infernales. Los aztecas creían que los muertos viajaban al Mictlán, que se encontraba muy al norte y al cual llegaban después de cuatro años de duras pruebas, como atravesar montañas que se desplomaban, cuchillos que volaban llevados por el viento, un río de sangre y jaguares. En la cultura maya, el Inframundo era llamado Xibalbá, estaba dominado por demonios, tenía nueve niveles y sus caminos eran tortuosos y empinados.

En la mitología griega clásica se describe un mundo subterráneo llamado Hades, al cual eran enviados todos los muertos, más allá de lo que hubieran hecho en vida, y dentro del cual se encuentra el Tártaro (literalmente, lugar profundo), que era un pozo oscuro o abismo, usado como calabozo de tormentos y sufrimiento. En los Gorgias, uno de los diálogos escritos por Platón poco antes del 400 a.C., las almas eran juzgadas después de la muerte y aquellos que debían ser castigados eran enviados a Tártaro. Así que Tártaro sería entonces una especie de Infierno dentro del Inframundo.
Diagrama de la ubicación de Hades y Tártaro

En el judaísmo antiguo no había originalmente un concepto de Infierno, ni una doctrina específica sobre la vida después de la muerte, sino que este concepto que fue introducido durante el período Helénico. El Gehena, que sí es parte de su tradición, no es exactamente un Infierno, sino originalmente una tumba y más tarde una especie de Purgatorio, donde las personas eran juzgadas en base a las cosas que hicieron durante sus vidas o, más correctamente, donde tomaban conciencia de sus fallas y acciones negativas. Por este motivo, se lo veía  como un intenso sentimiento de vergüenza, más que como un lugar físico. La Cábala lo explica como un lugar de espera para todas las almas, no sólo las de los malvados. El pensamiento rabínico, en su gran mayoría, sostiene que la gente no permanece en Gehena para siempre, sino que, como máximo, pueden pasar ahí doce meses, aunque hubo excepciones. Algunos lo consideran una “fragua espiritual” donde se purifican las almas para su eventual ascenso al Cielo. El término Gehena deriva de un lugar en las afueras del antiguo Jerusalén, llamado Valle del hijo de Hinnon, en el cual, según el Viejo Testamento, los apóstatas y seguidores de dioses cananeos sacrificaban a sus niños en la hoguera. El Sheol (pozo, morada de los muertos), era el equivalente del griego Hades.

La doctrina cristiana sobre el Infierno deriva del Nuevo Testamento, donde se lo describe usando los términos Tártaro, Hades o Gehena, aunque, como vimos, no son del todo equivalentes entre sí. En muchas iglesias cristianas, como la Católica, la mayoría de las Protestantes (Bautistas, Episcopales, etc.) y algunas griegas ortodoxas, se enseña que el Infierno es el destino final de aquellos que no fueron encontrados merecedores después de haber pasado por el gran trono del juicio, donde serán castigados por sus pecados y permanentemente separados de Dios después de la resurrección y el Juicio Final.

Algunas sectas cristianas modernas, como La Iglesia Viva de Dios, La Iglesia Internacional de Dios y la Iglesia Adventista del Séptimo Día, adhieren a la teoría de la Inmortalidad Condicionada, según la cual el alma es mortal -muere con el cuerpo- y sólo aquellos que creen en Jesucristo merecen el “regalo” de la inmortalidad en el Juicio Final. Para los seguidores del Aniquilacionismo, el alma es mortal, a menos, por supuesto, que reciba la vida eterna, y puede ser destruida en el Infierno. Los Testigos de Jehová, por su parte, sostienen que el alma vive con el cuerpo y deja de existir cuando la persona muere, por lo que el Infierno es un estado de no existencia, sin tormentos.

Mujeres ardiendo por mostrar su cabello
Los musulmanes creen en el Yahannam, que es descripto en el Corán como un Infierno de fuego dividido en varios niveles, con sus puertas custodiadas por el ángel Maalik y sus diecinueve guardianes. Los castigos en cada nivel dependen del grado de maldad cometido por las personas durante su vida. A diferencia de las habituales descripciones del Infierno, uno de estos niveles es un lugar helado, de frío extremo y vendavales de hielo y nieve. El último nivel está reservado para quienes sean culpables de los peores pecados: hipocresía (los que no crean en Alá y Su mensajero Mahoma, aunque en público digan lo contrario), idolatría y politeísmo.

En el Budismo, por su parte, Buda habla sobre el Infierno con gran detalle. Hay cinco o seis reinos de renacimiento o reencarnación, que pueden ser a su vez subdivididos en grados de agonía o placer. De los reinos infernales, o Naraka, el peor es el Avīci, o sufrimiento eterno (se llama así, pero, si bien el sufrimiento puede durar eones, éste no es permanente, ya que sólo dura hasta la siguiente encarnación). El budismo enseña que la forma de escapar de estos ciclos de migraciones o renacimientos infinitos (ya sean positivos o negativos) es alcanzando el Nirvana.

Naraka budista (R. Temple)
En el Vedismo (religión anterior al hinduismo que duró hasta el siglo VI a.C.) no había todavía un concepto de Infierno. Sin embargo, en la literatura hindú posterior -especialmente en los libros de leyes y Puranas- se menciona un reino similar al Infierno llamado también Naraka, presidido por el dios Yamarāja, que era también el dios de la muerte. Chitragupta era el encargado de guardar registros de todos los crímenes cometidos y leerlos a los pecadores para que Yamarāja decidiera el castigo apropiado. Estos castigos iban desde ser sumergido en aceite hirviendo, arder en una hoguera, torturas con armas varias, etc. Aquellos que concluyeran su castigo, renacerían de acuerdo a su balance de karma. Como todas las criaturas son imperfectas y han cometido al menos un pecado en sus vidas, se decía que todas tenían que pasar al menos una pequeña temporada en el Infierno.

En China, la mezcla de influencias taoístas y budistas con la mitología y antiguas creencias locales dieron origen al Diyu (prisión terrestre). Esta prisión, gobernada por Yanluo Wang (el Yamarāja del Budismo), era un gran laberinto formado por niveles subterráneos y celdas, en las cuales las almas expían sus pecados terrenales sufriendo terribles castigos. También, al igual que en el Budismo, son renovadas y preparadas para la próxima encarnación.

Como puede verse, así como el Coco, o Cuco, era el encargado de mantener a los niños a raya y hacer que se fueran a dormir a horario ("Duérmete niño, / duérmete ya, / que viene el coco / y te comerá..."), el Infierno ha sido siempre el "monstruo en el ropero" con el cual se asustaba (y se sigue asustando) a las personas para que no caigan en la tentación de salirse de las normas establecidas por las creencias religiosas. No es casual que en muchas religiones el peor de los pecados sea, justamente, no tener fe.

miércoles, 21 de marzo de 2012

Las terapias akáshicas hecen temblar a Watson y Crick


El pasado 10 de marzo asistí a la se Expo IntegrativaRosario 2012, realizada en el Centro Cultural Bernardino Rivadavia, de Rosario, con el lema “Bienvenido al Arte del Bienestar”. Se publicitaba el evento como “un espacio destinado a prácticas, productos y servicios para la salud integral.”  El encuentro estaba, además,  destinado a “divulgar, promocionar y enseñar disciplinas como Reiki, Meditación, Cuencos, Foto Kirlian, Aikido, Neuroalquimia, Memoria Celular, Pilates, Yoga, Medicina China, Ayurveda, Bioenergética, Chamanismo, Biodanza, Reflexología, Constelaciones Familiares, Tai Chi , Anti-gimnasia  y otras actividades vinculadas al bienestar integral del cuerpo, la mente y el espíritu.” Prometía ser una jornada plagada de propagandas de pseudociencias y tendencias filosóficas de la Nueva Era, de las que pregonan que la medicina no sirve y, efectivamente, así fue.

La primera disertación a la que entré era sobre Terapias Akáshicas. En este post quiero comentar mi experiencia al presenciar esta charla, sin intención de analizar muy en profundidad las filosofías orientales en las que se dice que se originan. Sí quiero mencionar que, si bien el akasha, o éter, es mencionado en el hinduísmo y en el budismo, entre otras filosofías, aparentemente ninguna de ellas acepta los registros akáshicos ni hay mención alguna de que sus escrituras sagradas estuvieran registradas en el éter. En sus textos ni siquiera se mencionan esos archivos. La primera mención a los registros akáshicos de que se tenga noticia se encuentra en el libro La sabiduría antigua, escrito en 1897 por la ocultista británica Annie Bésant

La charla fue dictada por representantes de la Escuela Argentina de Registros Akáshicos (EARA). En sus folletos se lee:

EARA te invita:
  • A que te contactes con la energía de tu Alma!
  • Identifica cordones energéticos y enganches que sólo vacían tu alma energéticamente e impiden el avance en el aquí y ahora.
  • Activa los puntos de la gracia divina y desbloquea tu alma, cuerpo y mente!
  • Analiza tus vidas pasadas y el karma, así como patrones y conductas heredados, tanto genéticas como ancestrales!
  • Conecta con tu Yo Superior, Guías y Maestros en una canalización asistida por terapeutas idóneos!
  • Evalúa tu origen álmico y le Misión en esta vida!
La persistencia de la memoria (S. Dalí)

Según contaba el expositor cuando llegué, el día no tiene 24 horas, sino sólo 15, a lo cual el público, lejos de sorprenderse tanto como yo, contestaba afirmativamente, asintiendo y con gestos de aprobación. Me sentí como que todos sabían algo que yo ignoraba, como sapo de otro pozo. Esto me hizo empezar a hacerme una idea de lo que vendría y de dónde me había metido. “Nuestra percepción del tiempo está alterada -seguía quien daba la charla-, pero nuestra alma siente que el tiempo es otro.” En algún lugar de la frase metió algo sobre el ritmo circadiano, pero yo estaba tratando de encontrar un lugar para sentarme, ya que la sala estaba casi llena. Lo que sí escuché es que dijo que “ahora Japón está más tranquilo”. Nadie preguntó a qué se refería con eso.

Aparentemente,  cada reino (animal, vegetal, etc.) tiene su registro akashico, que sería como un archivo o una memoria de todo el pasado, desde el inicio del tiempo. Esta teoría no tiene en cuenta que el tiempo es una medida, una magnitud, (como la distancia o el peso) que cuantifica la separación o duración de sucesos, así que sería imposible determinar un origen del tiempo. El mismo es infinito hacia atrás y hacia adelante. El tiempo es una medida, no comenzó ni va a terminar. En todo caso, este Universo tuvo un origen hace muchos millones de años y en un futuro muy distante (inimaginablemente distante) llegará a su fin. Así que, si en ese registro se almacena toda la historia del Universo, debe ser realmente enorme.

Esta gente, además, declara que puede acceder al registro akáshico de cada persona. Sólo necesitan su nombre, su fecha de nacimiento, su documento de identidad (el registro akáshico debe ser también un lugar muy ordenado, si se pide nuestro DNI para buscar datos) y, por supuesto, nuestra autorización. El documento se debe pedir, supongo, para evitar que escépticos den nombres falsos, aunque se puede argumentar que alguien malintencionado puede ir a buscar datos akáshicos de otra persona (vaya uno a saber para qué).  

Por suerte, en un momento dado la disertación volvió sobre puntos tocados anteriormente, cuando yo no había llegado, y se me aclararon algunas cosas (bah, aclararon, es una forma de decir). El Akasha, explicaban, es la “memoria fotográfica de Dios”, donde en realidad Dios es éter, el quinto elemento, por cierto indetectable, así que no lo busquen ni pretendan poder verlo. En esa memoria están guardados los datos de toda la información de todo lo que sucedió en el Universo entero. Todas nuestras vidas pasadas están ahí almacenadas. Quienes sepan cómo, pueden extraer de ahí la información que necesiten. Por supuesto, en algún momento se habló de canalización, es decir, comunicarse con los muertos o con nuestras vidas pasadas. Obviamente, no vimos ningún ejemplo de estas cosas, ya que para eso hay que pagar o hacer el curso para transformarnos como terapeutas akáshicos. En este tipo de disertaciones es común oír hablar de la “buena energía” del público, que sólo el expositor es capaz de sentir. Según parece, en la charla de esa mañana hubo una “energía interesante, de amor, de acción, de perdón”. Sobre el público de la tarde no dijo nada. ¿Habrá percibido mi escepticismo?
Diagrama de un gen en la cadena de ADN de un cromosoma

Ahora, si según estas teorías el registro akáshico es la memoria del Universo guardada en el éter, el genoma es la base de datos de la humanidad. Allí está toda la información de toda la misma, incluso -ya lo deben haber adivinado- de nuestras vidas pasadas. Es una especie de “inconsciente colectivo” de todas las personas, vivas o muertas. Lo que haría temblar a Watson y Crick, si lo escucharan, es la afirmación de que a las dos hélices conocidas de ADN hay que agregarles diez más, que son de éter y por ende -de nuevo adivinaron-, indetectables. Así que, según nos dice este señor, tenemos doce cadenas de ADN en nuestras células, diez de las cuales son invisibles y en las cuales se guarda toda la memoria de la especie humana.

Puente de Tacoma Narrows (B. Elliot)
Varias veces se mencionaron las "ondas Schumann". La resonancia Schumann es un efecto de resonancia electromagnética detonado por los relámpagos de las tormentas eléctricas, que ocurre entre la superficie terrestre y la ionósfera. Este efecto es conocido hace tiempo: Tesla ya lo había observado en 1899 y Schumann lo predijo (matemáticamente, no por medio de técnicas místicas) en 1952. Sin embargo, más de una pseudociencia intenta utilizarlo en su favor. Se lo toma como evidencia de una “diferencia de frecuencia entre la Tierra y la humanidad”. Incluso se dan ejemplos, como el derrumbe del puente de Tacoma Narrows, para ilustrar cómo la resonancia puede afectarnos. En realidad, el efecto de resonancia mecánica, causante de ese derrumbe, nada tiene que ver con la resonancia de ondas electromagnéticas en la ionósfera.
Representación de la Resonancia Schumann

Para terminar, como sucedió con la presentación a la que asistí en el Museo Ovni, se nos anuncia que hay que esperar un cambio. Lástima que nunca queda en claro a qué se refieren, ni se nos da ningún tipo de evidencia. Nada de lo que nos dijeron en toda la charla es demostrable en absoluto. Como siempre, se nos pide tener fe y creer sin cuestionar. El mayor problema es que estas pseudociencias repiten a todo el que quiera escuchar múltiples "recetas" según las cuales no hace falta recurrir a la medicina para curar males o enfermedades, sino que está en nuestra mente el poder para curarnos solos. En el caso de las terapias akáshicas, conectándonos con sabidurías del Universo o de vidas pasadas. ¿Estarán quienes las promocionan dispuestos a hacer la prueba y demostrarlo?

martes, 20 de marzo de 2012

Arriba, el Cielo


El Juicio Final (Miguel Ángel)
Casi todas las creencias y religiones prometen un "más allá" o "después de la vida". Habitualmente se lo llama Cielo, o Paraíso, aunque tiene otros nombres. Suele describirse como un lugar de belleza, paz y felicidad absolutas. Se dice que es eterno o intemporal, que allí nos encontraremos con nuestros seres queridos ya fallecidos, a la vez que todo mal que nos aqueje desaparecerá y toda duda tendrá respuesta. Es decir, un lugar al que vale la pena ir.

Aparentemente, la palabra paraíso proviene del iraní antiguo, donde hacía referencia a un lugar cerrado. Posteriormente, la influencia del acadio y el elamita la relacionó con los jardines y zoológicos reales, comunes en castillos y palacios. En el griego aparece como “parque de animales” y en el Viejo Testamento hebreo, donde se la menciona en varias oportunidades, se la ha interpretado como parque, jardín o huerto. En la Biblia griega, traducción griega de los textos hebreos y arameos, se usa la palabra griega parádeisos y es de ella de donde deriva el uso actual de Paraíso como Jardín del Edén, significado transferido luego a Cielo.

En el Nuevo Testamento cristiano se usa paraíso en el mismo sentido que en el judaísmo contemporáneo. Más adelante, sin embargo, tanto Ireneo (130–202) como Orígenes (185–254), hicieron una distinción entre Cielo y Paraíso. Para el primero, los buenos y justos irían al Paraíso, mientras que el Cielo –aparentemente un lugar aun mejor que aquel, de más felicidad y más cercano a Dios– estaría reservado sólo a quienes realmente lo merecieran. Para Orígenes, en cambio, todos tendrían acceso al Cielo, pero recién después de pasar por el Paraíso, que él interpretaba como una especie de “escuela de almas” terrenal donde se las preparaba para el ascenso al Cielo.
Rosa Celeste (G. Doré)

En el Islam, la palabra Paraíso (en árabe: Yanna, jardín) se usa para describir un lugar de placer infinito, lleno de bellezas y recompensas inimaginables, Al mismo podrán acceder, después de la muerte, quienes rezan, donan a la caridad, leen el Corán, creen en Dios, los Ángeles, Sus libros revelados, Sus profetas y mensajeros, el Día del Juicio, el Más Allá, y siguen Su voluntad en sus vidas. La palabra Cielo, por su parte, se usa para describir el Universo, aunque también se utiliza para describir el cielo en el sentido literal.

Los Testigos de Jehová, por su parte, creen que el propósito de Dios es llenar la tierra de la descendencia de Adán y Eva como guardianes de un Paraíso global. Adán y Eva, sin embargo, se rebelaron contra Jehová y fueron expulsados ​​del Jardín del Edén. Los Testigos también creen que la gente mala será destruida en el Armagedón y que muchos de los justos (los fieles y obedientes a Jehová) vivirán eternamente en un Paraíso terrenal.

Para el mormonismo, o Movimiento de los Santos de los últimos Días, el término paraíso hace referencia al lugar donde moran los espíritus de los justos después de la muerte, en espera de la resurrección. Por el contrario, los malos y los que todavía no han aprendido el evangelio de Jesucristo esperan la resurrección en una prisión espiritual, un estado temporal en el que a los espíritus se les enseñará el evangelio y tendrán la oportunidad de arrepentirse. Después de la resurrección universal, todas las personas serán asignadas a un reino, o grado de gloria, particular. Esto también puede ser llamado paraíso.
Escalera del Ascenso Divino

En el budismo existen varios paraisos, todos los cuales siguen siendo parte del samsara, o realidad ilusoria. Aquellos que acumulan un buen karma pueden renacer en uno de ellos. Sin embargo, su estancia en el cielo no es eterna, eventualmente van a gastar su buen karma y renacerán en otro reino, como humanos, animales u otros seres. Como el cielo es temporal y parte del samsara, los budistas se centran más en escapar del ciclo de renacimientos y alcanzar la iluminación (Nirvana).

Así es que, en suma, el Cielo de las religiones parece ser un destino muy deseable. Sin embargo, incluso los más creyentes son renuentes a dirigirse a él. Simplemente, nadie quiere morir. Nuestro instinto de supervivencia no desaparece tan fácilmente. Tampoco queremos que nadie cercano a nosotros muera, incluso si creemos que va a un lugar mejor. Esta creencia, por supuesto, nos puede dar algo de consuelo, pero de todas formas hubiéramos preferido seguir teniendo a nuestros seres queridos con nosotros.
Paraíso (L. Cranach)

A pesar de lo atractivo que pueda parecer el Cielo, ninguna religión ve con buenos ojos el suicidio (¡menos mal!) ni el homicidio (de nuevo, ¡menos mal!), excepto cuando Dios “llama” a sus fieles a dar sus vidas o a tomar las de otros, por ejemplo, en guerras santas, campañas de conquista o inquisiciones. Esta estrategia ha sido usada por incontables políticos y líderes militares y religiosos, ordenando a sus tropas a pelear y morir “por Dios”, ya sea como técnica de manipulación, discurso motivacional o porque realmente lo creían. ¿Cuántos de ellos realmente hablaban por Él? Claramente, ninguno.

domingo, 18 de marzo de 2012

Viendo las constelaciones desde otra perspectiva (desaparecen)

Todas las estrellas que vemos en el cielo nocturno son soles, similares al nuestro en esencia, pero cada uno con características propias, de forma que difícilmente haya dos iguales. Algunas de sus características distintivas son: su color, que varía entre rojo, azul, amarillo y blanco; su tamaño, que va desde enanas hasta gigantes y su brillo. Además, algunas son relativamente recientes, mientras que otras son mucho más antiguas –y millones más ya se han extinguido. La distancia a la que se encuentran, tanto de la Tierra como entre sí, es pasmosa. Es por eso que los astrónomos han tenido que crear hace mucho tiempo una nueva unidad de medida específicamente para medir las distancias cósmicas: el año luz. Éste equivale a la distancia que recorre la luz al viajar durante todo un año, alrededor de 10 billones(1) de kilómetros. Más adelante se introdujo el pársec, que equivale a unos 3,26 años luz.

Antes de que los humanos descubrieran estas cosas, las estrellas les resultaban un gran misterio. Para algunos eran dioses, para otros eran agujeros en una gran cúpula que cubría la tierra, a través de los cuales pasaba la luz. Más allá de los intentos de explicar qué eran las estrellas, siempre resultó obvio que sus posiciones relativas no variaban y que todas las noches hacían el mismo recorrido en el cielo, todas a la misma velocidad, de este a oeste. Esto sirvió de orientación a los viajeros, tanto en tierra como en el mar, durante cientos de años. También se podía comprobar que el cielo nocturno variaba según las estaciones, de forma que algunas estrellas eran visibles en invierno y no en verano, por ejemplo. Estas observaciones sirvieron para calcular la duración del año y confeccionar calendarios con gran precisión, y esto fue de enorme utilidad para actividades como la agricultura, la caza y la recolección.

Había, sin embargo, unos puntos que sí parecían tener movimiento, y cuyas posiciones cambiaban al transcurrir el año. Su desplazamiento, aparentemente errático, les valió el nombre de “planetas”. Todo tipo de teorías surgieron para explicar qué eran. Se los asoció con deidades y surgieron mitos y leyendas sobre ellos en casi todas las culturas. Cinco de ellos eran visibles a simple vista, pero más adelante se descubrieron tres más y sus lunas, o satélites naturales.

Constelación El Carro, El Arado o La Osa Mayor
La disposición de las estrellas en el cielo parecía ser al azar. Sin embargo, la imaginación humana pudo más y casi todas las culturas asignaron formas imaginarias a las agrupaciones más notorias. A estas formas, se las llamó constelaciones. Es común que distintos pueblos hayan visto distintas formas en un mismo grupo de estrellas. Así, la constelación de la Osa Mayor para griegos y nativos norteamericanos, por ejemplo, era llamada el Carro en la Europa Medieval, la Cacerola en Francia, el Arado en Inglaterra, el Burócrata Celeste en China y para los antiguos egipcios era una procesión de un toro, un hombre y un hipopótamo llevando a un cocodrilo. Esto no es casual, ya que cada pueblo veía en el cielo un reflejo de su vida cotidiana o plasmaba en él sus elementos de su propia cultura. Así, los observadores más antiguos veían seres mitológicos, los pueblos cazadores veían animales de caza, los exploradores veían instrumentos de navegación, etcétera.(2)

Las formas que las personas creían ver en las estrellas, que dieron origen a las constelaciones, no sólo son producto de su imaginación, sino que dejan de existir cuando cambiamos nuestra perspectiva, ya que las estrellas no sólo se encuentran a gran distancia entre ellas en todas las direcciones que percibimos desde la Tierra –arriba, abajo, a la derecha o a la izquierda- si no que también se encuentran a distintas distancias de nosotros, es decir una más atrás que la otra. Para que sea más claro, tres estrellas que desde nuestro planeta parecieran formar una línea, desde una vista lateral seguramente no estarían alineadas:


 

Un ejemplo más mundano de la importancia de la perspectiva, un bicicletero en la Vía Padova, en Milán:

Aparentemente, estamos viendo una bicicleta.











Desde otra perspectiva, vemos que la bicicleta no existe.
















(1) Existen dos escalas numéricas: la corta y la larga. En la escala corta, usada principalmente en Estados Unidos y Australia, un uno seguido de doce ceros (1.000.000.000.000, o 1012) es llamado trillón. En la escala larga, usada en Argentina y la mayor parte de los países, el mismo número es llamado billón.

(2) Fuente: "Cosmos", de C. Sagan

viernes, 16 de marzo de 2012

¿Jesús, Batman o pareidolia?

El fenómeno de la pareidolia es una de las más comunes explicaciones para la mayoría de las misteriosas "apariciones", generalmente de figuras religiosas, en todo el mundo. Nuestro cerebro simplemente tiende a buscar formas conocidas -especialmente rostros humanos- en todo lo que vemos y, si no las encuentra, las inventa, particularmente en escenas abstractas o sin formas reconocibles, de manera que no haya distracciones. Es así que se han encontrado caras humanas en la superficie de la Luna y Marte, el rostro de Jesús en un tostado (o en la cola de un perro, si vamos al caso), la figura de la Vírgen María en decenas de paredes con manchas de humedad, la forma de Jesús en las nubes, y muchos ejemplos más. La pareidolia también ha dado lugar a confusiones al observar pinturas rupestres y jeroglíficos. Dado que es nuestro cerebro el que crea estas imágenes, es normal que las asocie con lo que deseamos ver.

La "cara" en Marte (MRO y Viking)
Jesús en las nubes (O. Hendrix)
Nubes llamando a Batman

jueves, 15 de marzo de 2012

Sobre el “asunto” de la religión


Obviamente, soy ateo. Siempre lo fui. Mis padres nunca me inculcaron ninguna creencia y tuvieron la amabilidad de no enviarme a un colegio religioso, cosa que no terminaré de agradecerles. En consecuencia, formé mi propia opinión respecto de las religiones desde muy chico, con observaciones cotidianas y leyendo a Carl Sagan, Isaac Asimov y, aunque suene extraño, Stephen King, entre otros. Desde las primeras veces que puedo recordar haberme planteado el tema, me pareció obvio que la religión a la que uno pertenece es simplemente obra de la geografía y el azar. Todo depende de cuándo y dónde nacemos y no hay nada que podamos hacer al respecto.
Los Pitufos

Así como no creo en ninguna religión (catolicismo, judaísmo, islamismo, hinduismo, mormonismo, etc.), no creo tampoco en absolutamente nada sobrenatural, mágico o místico, como la adivinación, la brujería o los fantasmas, ni en ninguna pseudociencia, como la astrología o la homeopatía, por citar dos de las más populares. Creer en cualquiera de todas estas cosas sería, para mí, lo mismo que creer en los Pitufos.

En lo que a religión se refiere, no me molesta lo que los demás crean e incluso hay muchas tradiciones que me gustan. El problema surge cuando esas creencias me afectan a mí o a otros que no las compartimos. Siempre me pareció que las religiones, en general, tienden a pasar por encima de las libertades individuales en pos de un supuesto -y no siempre real- bien común. Supongamos que aceptamos que el mensaje central de las principales religiones es la paz y el amor. Aún así, si vamos un poco más allá, nos encontramos con que en temas de gran importancia social, las distintas religiones siempre tienen algo para decir y no siempre sus opiniones tienen como único o mayor objetivo el bienestar de los ciudadanos, sino que más bien dan la impresión de perseguir sus propios intereses. Sus representantes dicen hablar por todos los fieles, pero ¿cómo es posible que sea así, si las religiones no son democracias? Los representantes religiosos no son elegidos por los creyentes, sino por las autoridades de mayor jerarquía.

En Argentina, la Iglesia Católica es la que mayor poder tiene y la única con representantes prácticamente directos en el Congreso de la Nación. Veamos algunas de las leyes y políticas de las cuales está (o al momento de su debate estuvo) en contra:

  • Educación sexual: el Programa de Educación Sexual Integral incluye en sus lineamientos curriculares la obligación de desarrollar contenidos que promuevan el conocimiento “de todos los métodos anticonceptivos y de regulación de la fecundidad existentes, y el análisis de sus ventajas y desventajas para permitir elecciones concientes y responsables, enfatizando en que el preservativo es el único método existente para prevenir el VIH/Sida.” A pesar de esto, y gracias a la presión de la Iglesia y la desidia de los gobernantes, en las escuelas de muchas provincias de Argentina la educación sexual no existe, mientras que en provincias como Salta, por ejemplo, se prioriza la educación religiosa en escuelas públicas por encima de la educación sexual. La enseñanza de la ciencia, en general, da lástima.
  • Educación pública laica: sin dudas, la educación pública debe ser laica. No considero ético ni moral inculcar educación religiosa a niños que no tienen edad para comprender o discernir lo que se les está enseñando. Esto equivale, sin más, a quitarles el derecho a decidir en qué quieren creer, ya que a tan corta edad, creerán cualquier cosa que sus padres y/o maestros les enseñen. En Argentina, la Iglesia no estuvo deacuerdo con el cambio de educación religiosa a laica y sus representantes siguen dando batalla cada vez que pueden.
  • Uso de preservativos: fomentar su uso disminuiría la transmisión de infecciones de transmisión sexual, así como la cantidad de embarazos no deseados. La Iglesia, salvo contadas excepciones, sigue estando en contra de su uso.
  • Matrimonio civil: desde que existe, las parejas ya no necesitan casarse por iglesia si no lo desean. La Iglesia estuvo en contra de sucreación, por considerarlo contrario a los valores católicos de familia y tradición.
  • Divorcio vincular: desde que existe, los matrimonios se pueden disolver legalmente. La Iglesia estuvo en contra de esta ley, vaticinando que sería el fin de las familias.
  • Matrimonio de parejas del mismo sexo: aprobado recientemente en Argentina, permite que parejas homosexuales puedan casarse. La Iglesia jamás estuvo de acuerdo, aunque algunos de sus miembros alzaron voces a favor y fueron, en consecuencia, separados de sus funciones.
  • Aborto: en Argentina sigue siendo ilegal, aunque hay casos específicos en los que es no punible. Sigue sin darse el debate y la Iglesia está absolutamente en contra en cualquier caso.Todo lo referente a la salud reproductiva es mala palabra y la desinformación y difusión de mentiras y falacias es constante.
Seguramente hay más ejemplos, pero estos me parecieron los más importantes. Quienes no compartimos la fe católica y estamos ansiosos por que estos temas de debatan en profundidad y se aprueben las leyes necesarias, no sólo debemos esperar los interminables tiempos de la legislación argentina, sino que también debemos escuchar cómo representantes religiosos participan del debate, intentando, y muchas veces logrando, influir en nuestras vidas, a pesar de que no compartimos sus creencias.

¿Cuántos de los ciudadanos argentinos se sienten realmente representados por la Iglesia? Puede que  muchos, pero ciertamente no todos. Ahí radica la importancia de un Estado laico. Un Estado laico (o secular) no es un Estado sin religión, sino uno aconfesional, en el cual existe una separación entre el mismo y las religiones. Es así que todos los ciudadanos gozan de libertad de credo, pero se garantiza que no haya influencias de las comunidades o instituciones religiosas en ninguno de los poderes: ejecutivo, legislativo o judicial. Por supuesto, un grupo religioso siempre puede hacer presión o lobby, pero -teóricamente- no recibe trato preferencial y las leyes no se dictan en base a las demandas de una religión, sino -si todo funciona bien- teniendo en cuenta el bienestar y la igualdad de derechos de todos los ciudadanos.

Por el contrario, un Estado confesional es aquel en el que el Estado adhiere a una religión específica, que pasa a ser la religión oficial del país. En los países que se encuentran en esta situación, puede haber o no tolerancia hacia otras religiones. Un caso extremo es el de las teocracias, que son países donde los líderes religiosos y gubernamentales son los mismos o coinciden casi totalmente en sus políticas, de forma que la influencia de una determinada religión sobre el Estado es total. Ejemplos de Estados teocráticos actuales son: el Vaticano, Irán y ArabiaSaudita.

Símbolos de las principales religiones
Imaginemos una situación en la que fuéramos minoría en un Estado confesional perteneciente a una religión distinta de la nuestra. Supongamos, por ejemplo, que en la Argentina la religión mayoritaria fuera la Congregación Cristiana de los Testigos de Jehová. ¿Cómo nos sentiríamos, no perteneciendo a ese credo, si se nos niega una transfusión de sangre que podría salvarnos la vida, porque la política oficial es que las transfusiones (que los Testigos comparan con comer sangre, acto prohibido por Dios) son ilegales? No es arriesgado aventurar que nos sentiríamos frustrados, por decirlo suavemente, si una decisión semejante se viera influida por una creencia religiosa que nosotros, también ciudadanos de ese Estado, no compartimos.