domingo, 26 de mayo de 2013

Un poco de ciencia ficción para leer

Como los seguidores de Popurrí se habrán dado cuenta, últimamente estoy con muy poco tiempo para escribir. Espero me disculpen estos lapsus casi sin publicaciones, pero al menos les puedo contar lo que estuve leyendo (por suerte, siempre encuentro forma de tener tiempo para leer).

En el rubro ficción volví a uno de mis autores favoritos de toda la vida: Stephen King, de cuya autoría leí recientemente La cúpula -próximamente sale una serie de TV basada en ese libro- y 22/11/63. Ambos libros son bastante voluminosos, pero para nada densos.

No ha sido infrecuente que los finales de las novelas de King me dejen un sabor amargo, como si algo no cerrara como yo hubiera querido. Eso me pasó con La cúpula, y no hace falta decir mucho más al respecto. La propuesta sí es interesante, una especie de Gran hermano en un pueblo entero, y el desarrollo de la historia no decepciona como el final. En todo caso, sería recomendable leerlo antes si es que van a ver la serie.

El segundo me resultó mucho más atrapante, además de contar con el valor extra de venir a revitalizar el subgénero de los viajes en el tiempo, dándole una nueva vuelta de tuerca. En otra novela bastante anterior del mismo autor, La zona muerta, surge la pregunta -trillada ya- de si en caso de poder volver al pasado el protagonista sería capaz de matar a Hitler, cambiando así el futuro de la humanidad y, con él, su propio presente. En 22/11/63 el inexperto viajero se encuentra ante un dilema similar, y sus decisiones pueden tener consecuencias inesperadas. 


Otro libro de ficción -este de ciencia ficción- que tuve el gusto de leer fue Traición, de Orson Scott Card. De este autor sólo había leído El juego de Ender (dentro de poco podremos ver una versión cinematográfica), que es el primero de una saga de cuatro libros, si no me equivoco, y que me había gustado mucho. Ambos son libros de ciencia ficción vieja, de la buena. En el primero, Traición, un grupo de pueblos muy distintos entre sí se disputa el control de un extraño planeta al que fueron exiliados muchos años antes. En El juego de Ender, la especie humana se ve amenazada por un enemigo extraterrestre, y su futuro depende de niños superdotados entrenados especialmente para la tarea. Los dos, excelentes.


lunes, 13 de mayo de 2013

Dos superhéroes y dos pseudomedicinas

¿Era mucho pedir que dos de mis superhéroes favoritos no cayeran en manos de las pseudociencias? Parece que sí. Y es que todo personaje ficticio obviamente debe su intelecto al escritor que le da vida: en la literatura universal, Maigret, Poirot, Dupin y Holmes, tenían a Georges Simenon, Agatha Christie, Edgar Allan Poe y Arthur C. Doyle; en el mundo de los cómics, Batman y Ironman tenían a Bob Kane y Stan Lee. Al morir o ser reemplazados los creadores originales, es común que Hollywood recurra a guionistas generalmente menos conocedores de ciencia para que tomen su lugar y sí, a veces buscan hacer más vistosos a sus personajes haciéndolos usar pócimas o pseudomedicinas para, a último momento y de forma milagrosa (sí, sería un milagro que funcionen), curarse de sus heridas y salvar el día.

Batman y el jugo de clorofila

Bruce Wayne y su desayuno verde
En Batman Inicia, vemos a Bruce Wayne, considerado por los fans como el mejor detective del mundo, tomándose de un solo trago un gran vaso de un extraño jugo verde que le trajo Alfred. A menos que sea jugo de acelga, todo parece indicar que se trata de jugo de pasto, ese supuesto elixir oxigenante que se comercializa como suplemento dietario o terapia contra varias enfermedades. Quienes lo promocionan incluso dicen que previene el cáncer. Parece que Bruce cree que tomarse eso antes de sus  ejercicios físicos matinales lo ayudará a sacar más músculos o reponerse más rápido de los golpes de la noche anterior.

Pero resulta que el "wheatgrass" no es más que otro timo. Se lo promociona como un producto natural a base de clorofila, que concentra la energía del Sol y ayuda a generar glóbulos rojos por ser casi idéntica a la hemoglobina. Entre sus propiedades, se dice que oxigena el organismo, rejuvenece los tejidos, limpia el cuerpo de sustancias tóxicas, etc. La realidad es que nada de esto es cierto. Este jugo de brotes de trigo, rico en clorofila, sólo es un jugo bastante feo que a lo sumo puede ayudarte a ir al baño. Bueno, a lo mejor Bruce estaba un poco estreñido.

Una de las empresas que comercializa el jugo de pasto

Ironman y la acupuntura
Tony Stark también toma pasto
Otra de las grandes mentes científicas en la lucha contra el mal es la de Tony Stark, alias Ironman. Sin embargo, el hombre del traje de hierro no sólo aparece en su primera película tomando un jugo verde muy parecido al del encapotado, sino que hacia el final de la tercera lo vemos en una sala de operaciones con múltiples agujas largas clavadas en su torso. Esto llama la atención porque la acupuntura carece del soporte científico que Stark apreciaría. Basada en la supuesta existencia de una especie de energía vital, llamada (chí) en la tradición china, esta técnica afirma ser capaz de aliviar dolores y curar enfermedades y padecimientos de lo más variados con sólo clavar agujas en sitios específicos del cuerpo. Esto, dicen sus practicantes, restaura o da un balance a esta energía misteriosa que nadie ha logrado identificar ni mucho menos cuantificar. Al menos, Tony no tenía puesto su “traje” cuando le clavaban las agujas.
Ironman y las agujas
Ninguno de estos detalles me impidió disfrutar como un niño ambas trilogías, pero sería bueno que el cine se cuidara un poco más de dar publicidad a estas falsas terapias.