Algunos de los destrozos causados |
Lo de la semana pasada en Santiago fue vergonzoso y deplorable. Resumiendo, en Chile el aborto sigue estando prohibido en cualquier caso, incluso si se trata de una niña de ¡11 años! que fue violada por su padrastro, gracias a una ley de la dictadura de Pinochet que ya tiene más de 24 años y que ningún gobierno ha logrado (o querido) cambiar.
Soy el primero en entender que esto es atroz, que no puede ni debe seguir siendo así, y las voces de los mal llamados pro-vida me llenan de indignación, al igual que leer la noticia (y los comentarios) en los sitios de noticias católicos. Pero las posturas se defienden con argumentos, no con agresiones y mucho menos con violencia, que por otro lado sólo logra que los socios del club del libro único se sigan victimizando y usando justificaciones falaces para negar a las mujeres el derecho a decidir. Ahora pueden decir "¿Ven? Los abortistas y los ateos son unos violentos, unos inadaptados."
Las leyes antiaborto no pueden ser excusa para que un grupo de gente a entre a una Catedral (o a donde sea) y se ponga a gritar obscenidades y hacer todo tipo de destrozos. Quienes se encontraban allí en ese momento no tenían porqué ser testigos de semejante barbarie. Es esperable que hayan temido por su seguridad y estarían en todo su derecho, al igual que el resto de la comunidad católica y los ciudadanos chilenos, de sentirse indignados.
Por otro lado, ir a pedirle a la Iglesia que deje de meterse en la vida de los demás o que cambie su postura frente al aborto es pedirle peras al olmo. Es inútil. En todo caso, el lugar correcto para las protestas -pacíficas- sería frente al Ministerio de Salud, el Congreso Nacional o la Corte de Justicia. Y el reclamo debe ser claro y conciso: la separación total del Estado y la religión.
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