Se acercan los últimos días de diciembre y con ellos las fiestas. Pensando qué escribir al respecto, me crucé con un texto de Elisabeth Cornwell titulado "A very atheist Christmas". Me gustó mucho, así que lo traduje y le hice unas cuantas modificaciones propias. Mi versión adaptada quedó así:
A veces, quienes saben que soy ateo me preguntan qué hago durante la Navidad (o durante Januka, que es por las mismas fechas), ya que existe el prejuicio de que los ateos no las festejamos. Para su sorpresa, les cuento que elijo esa fecha para reunirme con amigos y familia y celebrar casi de la misma forma que cristianos y judíos en todo el mundo.
A veces, quienes saben que soy ateo me preguntan qué hago durante la Navidad (o durante Januka, que es por las mismas fechas), ya que existe el prejuicio de que los ateos no las festejamos. Para su sorpresa, les cuento que elijo esa fecha para reunirme con amigos y familia y celebrar casi de la misma forma que cristianos y judíos en todo el mundo.
Muchos ateos crecieron en familias religiosas, algunas más observantes que otras, en las que se celebraban esas y otras festividades. En mi caso no fue así, ya que la religión nunca formó parte de la celebración, pero la fecha siempre fue una excusa tan buena como cualquier otra para reunirse y festejar. A veces era porque para fin de año algunos parientes no iban a poder estar porque se iban de vacaciones, así que éramos incluso más numerosos en Navidad que en Año Nuevo. Todos los que de una forma u otra nos reuníamos a festejar tenemos recuerdos de nuestra infancia en las casas de abuelos, tíos o en salones de fiestas, con cenas familiares, parientes brindando, comiendo postres, contando anécdotas o chistes y saliendo a mirar fuegos artificiales al patio, la terraza o la calle, y estas celebraciones evocan esos recuerdos tan felices.
Si bien algunos ateos nos quejamos cuando las religiones intentan atravesar el muro de la separación entre iglesia y estado, no todos somos de salir a patear a Papá Noel en el traste, quemar arbolitos o esconder el pan dulce. Seguro que hay ateos que tiemblan ante la posibilidad de festejar Navidad y que están en contra de que estas festividades se sigan celebrando, pero yo no comparto esas opiniones. Me gustan las reuniones familiares y me parece perfecto que a tantas personas les guste juntarse a celebrar, porque ese es el significado moderno de la Navidad: la reunión familiar. Por otro lado, históricamente, la mayor oposición a los festejos religiosos y sus símbolos no provino de los ateos sino de las religiones rivales.
No sé si en Argentina es muy común hacer toda la parodia del tío disfrazado de
Papá Noel, los regalos abajo del árbol y mucho menos ponerse a cantar
villancicos. Pero tampoco me parece mal festejar, cantar
canciones navideñas, hacer regalos y reirse de cómo le queda el desfraz
al designado para sacrificarse y transpirar con la barba postiza. Yo no
haría nada de eso por una cuestión de fobia escénica, pero al que le
guste, adelante.
Celebrar (cualquier cosa) es una parte natural de las culturas humanas. El cristianismo simplemente se apropió de celebraciones locales anteriores para adaptarlas a sus propias y peculiares creencias. La Navidad sólo es "cristiana" porque las antiguas celebraciones paganas invernales fueron incorporadas por la Iglesia para captar más fieles. De ahí que sea costumbre comer comidas y postres tan calóricos (más acordes con el invierno), que Papá Noel esté tan abrigado y ande en un trineo tirado por renos.
El arbolito de Navidad, que pasó a formar parte de la tradición inglesa y norteamericana a través de la influencia alemana, es un componente relativamente reciente de la festividad. Los ingleses tomaron la tradición alemana del árbol de Navidad en la época Victoriana bajo la influencia del príncipe Alberto. Los estadounidenses, por otro lado, fueron más probablemente influenciados por los prusianos durante la Revolución Americana así como los muchos inmigrantes alemanes que llegaron a la incipiente nación. Pero los siempreverdes (plantas que no pierden su follaje en el invierno) han sido parte de las celebraciones humanas al menos desde la época del antiguo Egipto, donde -al no haber árboles perennifolios- se usaban hojas de palmeras como símbolo del triunfo de la vida sobre la muerte. En la Gran Bretaña pre cristiana, los druidas usaban siempreverdes, acebo y muérdago como símbolo de la vida eterna en sus rituales y también los ponían del lado de afuera de sus puertas para simbolizar la llegada de la primavera. Los cristianos adoptaron este simbolismo a tal punto, que usan hojas de palma u olivo para celebrar el triunfo de la resurrección de Cristo y, al año siguiente, usan las cenizas de esas mismas hojas para hacer la marca de la cruz en la frente de los católicos de todo el mundo al inicio de la Cuaresma.
Las celebraciones han sido parte de la cultura humana desde mucho antes de que adorásemos a un dios monoteista. Es una parte arraigada de nuestra naturaleza social. Comer juntos mientras se cuentan historias de ancestros, cacerías, batallas y viajes fue parte de la vida cotidiana para las tribus y pueblos a lo largo de toda la historia humana. La música también tiene su rol en la experiencia humana universal: cantar, tocar tambores y bailar fue siempre parte de las celebraciones. Las largas y oscuras noches invernales seguramente eran más llevaderas con el calor de un fuego y el sonido de las voces alzándose en cantos. La adoración religiosa no tiene nada que ver con nuestro amor por la música, que también es parte íntima del caracter social del ser humano y nos induce a la unión y la camaradería. Ninguna única cultura y especialmente ninguna única religión es dueña de la celebración. Ésta es parte de nuestra humanidad.
La familia y los amigos son lo que hace a las fiestas, especialmente en países donde los habitantes venimos de todos los rincones del mundo, donde las culturas se mezclan y las tradiciones fluyen. El hecho de no creer en Dios, Papá Noel, los duendes y las hadas, no significa no creer en el amor familiar. No creer en cosas absurdas no significa dejar de disfrutar de las celebraciones. Así que, amigos religiosos y ateos, ¡que pasen todos una feliz Navidad y/o un feliz Januka!
Las celebraciones han sido parte de la cultura humana desde mucho antes de que adorásemos a un dios monoteista. Es una parte arraigada de nuestra naturaleza social. Comer juntos mientras se cuentan historias de ancestros, cacerías, batallas y viajes fue parte de la vida cotidiana para las tribus y pueblos a lo largo de toda la historia humana. La música también tiene su rol en la experiencia humana universal: cantar, tocar tambores y bailar fue siempre parte de las celebraciones. Las largas y oscuras noches invernales seguramente eran más llevaderas con el calor de un fuego y el sonido de las voces alzándose en cantos. La adoración religiosa no tiene nada que ver con nuestro amor por la música, que también es parte íntima del caracter social del ser humano y nos induce a la unión y la camaradería. Ninguna única cultura y especialmente ninguna única religión es dueña de la celebración. Ésta es parte de nuestra humanidad.
La familia y los amigos son lo que hace a las fiestas, especialmente en países donde los habitantes venimos de todos los rincones del mundo, donde las culturas se mezclan y las tradiciones fluyen. El hecho de no creer en Dios, Papá Noel, los duendes y las hadas, no significa no creer en el amor familiar. No creer en cosas absurdas no significa dejar de disfrutar de las celebraciones. Así que, amigos religiosos y ateos, ¡que pasen todos una feliz Navidad y/o un feliz Januka!
Para leer más sobre la Navidad y sus orígenes, podés visitar el blog Proyecto Sandía:
Parte I: ¿Por qué el 25 de diciembre?
Parte II: ¿Por qué el Árbol de Navidad?
Parte III: ¿Por qué Papá Noel?
Parte II: ¿Por qué el Árbol de Navidad?
Parte III: ¿Por qué Papá Noel?
Muy buena reflexión =). Estoy completamente de acuerdo.
ResponderEliminarIncluso, podría agregar que me parece extraño que se siga afirmando que "la Navidad es una fiesta cristiana", dado que en nuestro siglo XXI estas festividades implican generalmente:
- Reunión Familiar, cena y fiesta.
- Adornar un árbol (de plástico a veces), con cosas de colores, bastones de dulce y luces.
- Imágenes de un viejito regordete en un traje rojo
- Intercambiar regalos
Y la parte cristiana de la celebración se recuerda sólo cuando alguien habla respecto al "verdadero" (que en este caso, verdadero quiere decir "lo que ya se dejó de lado") sentido de la navidad.
Saludos navideños!
ps: deberíamos pensar seriamente en regalarle al "viejito pascuero" un traje más veraniego, que la debe sufrir bastante en el hemisferio sur para estas fechas ;)