Hace pocos días, durante una reunión con el Círculo
Escéptico, charlábamos sobre las huellas psicológicas que el Holocausto dejó en
los sobrevivientes. Podrían llenarse libros con este tema, y justamente es
sobre uno de esos libros que quería escribir este post. Pero no es un libro de
psicoanálisis ni un estudio histórico de la Segunda Guerra. Es un cómic o,
mejor dicho, una novela gráfica.
Maus
(ratón en alemán) cuenta la historia de Vladek Spiegelman, un sobreviviente de
los campos de concentración nazis, tal como se la contó muchos años después a
su hijo, el escritor Art Spiegelman. Una de las muchas particularidades de Maus es que los personajes son personas
con rostros y rasgos animales, o animales antropomórficos. A cada nacionalidad
el autor le asignó un animal: los judíos son representados como ratones, los
alemanes como gatos, los polacos como cerdos, los franceses como ranas y los
estadounidenses como perros, entre otros. La metáfora está inspirada principalmente
en las propagandas nazis, que mostraban a los judíos como ratas.
La historia de Vladek se intercala con otras dos. Por un lado, la de Art
entrevistándolo y, por el otro, con Art, años después, manteniendo conversaciones con su analista, a quien
le describe cómo eran esas charlas y discusiones. Es en esas sesiones donde
surge, inevitablemente, el tema de la culpa. La culpa que posiblemente sentía
Vladek por haber sobrevivido y que quizás depositó en su hijo; la culpa que siente
Art por haber logrado su mayor éxito como escritor al relatar la terrible
odisea de su padre y uno de los acontecimientos más horribles en la historia de
la humanidad, en el que murieron millones de personas, sin haber siquiera vivido
en esa época. Al inicio del capítulo dos del segundo tomo, Art está
literalmente escribiendo sobre los cuerpos de los judíos muertos, reflejando
así la culpa que siente.
Un detalle interesante es que al hablar del pasado,
tanto de la historia de su padre como la de sus entrevistas con él, los personajes
son animales antropomórficos. Pero en el presente, en sus charlas con su analista o cuando se
representa a sí mismo dibujando, los personajes son humanos con máscaras de
animales.
La necesidad de Art de contar la historia de su
padre, como una forma de hacer las paces con él, se une a la de recordar el
Holocausto sin importar cuánto duela, para que nunca vuelva a suceder algo así.
Pero el racismo no sólo aparece en Maus
en forma de antisemitismo: para sorpresa de su hijo, a pesar de lo que sufrió a
manos de los nazis, Vladek desprecia a los negros. Esto es, según cuenta, porque
le robaban cada vez que se descuidaba cuando llegó a Nueva York.
En Maus
el autor describe lo mejor y lo peor de los seres humanos, tal como surge en
los momentos más terribles, en las situaciones de vida o muerte. Personas que
se traicionan unas a otras con la esperanza de sobrevivir o salvar a un
familiar y, al mismo tiempo, gente que arriesga todo por ayudar a un
desconocido. Una historia desgarradora, violentamente real, que todos deberían
leer.
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