jueves, 19 de julio de 2012

Maus, de Art Spiegelman


Hace pocos días, durante una reunión con el Círculo Escéptico, charlábamos sobre las huellas psicológicas que el Holocausto dejó en los sobrevivientes. Podrían llenarse libros con este tema, y justamente es sobre uno de esos libros que quería escribir este post. Pero no es un libro de psicoanálisis ni un estudio histórico de la Segunda Guerra. Es un cómic o, mejor dicho, una novela gráfica.

Maus (ratón en alemán) cuenta la historia de Vladek Spiegelman, un sobreviviente de los campos de concentración nazis, tal como se la contó muchos años después a su hijo, el escritor Art Spiegelman. Una de las muchas particularidades de Maus es que los personajes son personas con rostros y rasgos animales, o animales antropomórficos. A cada nacionalidad el autor le asignó un animal: los judíos son representados como ratones, los alemanes como gatos, los polacos como cerdos, los franceses como ranas y los estadounidenses como perros, entre otros. La metáfora está inspirada principalmente en las propagandas nazis, que mostraban a los judíos como ratas.

La historia de Vladek se intercala con otras dos. Por un lado, la de Art entrevistándolo y, por el otro, con Art, años después, manteniendo conversaciones con su analista, a quien le describe cómo eran esas charlas y discusiones. Es en esas sesiones donde surge, inevitablemente, el tema de la culpa. La culpa que posiblemente sentía Vladek por haber sobrevivido y que quizás depositó en su hijo; la culpa que siente Art por haber logrado su mayor éxito como escritor al relatar la terrible odisea de su padre y uno de los acontecimientos más horribles en la historia de la humanidad, en el que murieron millones de personas, sin haber siquiera vivido en esa época. Al inicio del capítulo dos del segundo tomo, Art está literalmente escribiendo sobre los cuerpos de los judíos muertos, reflejando así la culpa que siente.

Un detalle interesante es que al hablar del pasado, tanto de la historia de su padre como la de sus entrevistas con él, los personajes son animales antropomórficos. Pero en el presente, en sus charlas con su analista o cuando se representa a sí mismo dibujando, los personajes son humanos con máscaras de animales.

La necesidad de Art de contar la historia de su padre, como una forma de hacer las paces con él, se une a la de recordar el Holocausto sin importar cuánto duela, para que nunca vuelva a suceder algo así. Pero el racismo no sólo aparece en Maus en forma de antisemitismo: para sorpresa de su hijo, a pesar de lo que sufrió a manos de los nazis, Vladek desprecia a los negros. Esto es, según cuenta, porque le robaban cada vez que se descuidaba cuando llegó a Nueva York.

En Maus el autor describe lo mejor y lo peor de los seres humanos, tal como surge en los momentos más terribles, en las situaciones de vida o muerte. Personas que se traicionan unas a otras con la esperanza de sobrevivir o salvar a un familiar y, al mismo tiempo, gente que arriesga todo por ayudar a un desconocido. Una historia desgarradora, violentamente real, que todos deberían leer.

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