jueves, 14 de marzo de 2013

Habemus Papam

Jorge Mario Bergoglio era, hasta ayer, un ciudadano argentino de 76 años oriundo de Buenos Aires. A partir de hoy, después de la renuncia de Benny, se transformó en el Papa número 266 de la Iglesia católica y jefe de Estado del Vaticano. Siguiendo la costumbre iniciada por el Papa Juan II (éste se llamaba Mercurio, pero, o bien le pareció que su dios podía ofenderse si el máximo representante de su iglesia ostentaba el nombre de un dios romano, o pensó que los fieles no lo tomarían como un buen signo, así que lo cambió), Bergoglio desde ahora será conocido con el nombre papal de Francisco I. Es el primer papa jesuita y el primero de este continente.

Entre 1964 y 1966 fue profesor de Literatura y Psicología. Fue ordenado sacerdote en 1969, tuvo el cargo de 'provincial' de 1973 a 1979 y fue designado obispo titular de Auca en 1992, para ejercer como uno de los cuatro obispos auxiliares de Buenos Aires. En 1997, cuando la salud del arzobispo Antonio Quarracino empezó a debilitarse, Bergoglio fue designado obispo coadjutor. En 1998 tomó el cargo de arzobispo de Buenos Aires. En 2001, Juan Pablo II lo nombró cardenal. Además, se constituyó en el primado de Argentina, resultando así el superior jerárquico de la Iglesia católica argentina.
Es sabido que la Iglesia Católica siempre ha sido amiga cercana de dictadores y genocidas y los argentinos no han sido excepción. El periodista y autor Horacio Verbitsky escribió varios libros sobre este tema, entre los que se destaca "El silencio: de Paulo VI a Bergoglio: las relaciones secretas de la Iglesia con la ESMA", así como una buena cantidad de artículos y entrevistas a testigos en los que muestra cómo Bergoglio mismo se ocupó de ocultar la relación entre el episcopado argentino y la Junta Militar de Videla. Según esos testigos, Bergoglio no solo no ayudó, sino que perjudicó a numerosos sacerdotes y laicos secuestrados, torturados y desaparecidos.

Más recientemente, durante el debate en Argentina por la legalización del matrimonio entre personas del mismo sexo, el flamante Papa dio la nota con una carta dirigida a las monjas Carmelitas de Argentina, en la que se refiere al mismo como "una 'movida' del padre de la mentira que pretende confundir y engañar a los hijos de Dios". La carta en sí merecería una entrada aparte. Es una diatriba retrógrada y misticista que parace sacada de algún escrito de hace dos mil años. "Está en juego la vida de tantos niños que serán discriminados de antemano privándolos de la maduración humana que Dios quiso se diera con un padre y una madre. Está en juego un rechazo frontal a la ley de Dios, grabada además en nuestros corazones." Por supuesto que no esperaba que un cardenal apoyara esta ley, pero hablar de engaños del diablo o leyes divinas ya es como mucho. Después se dedicó a la parte legal acusando a una jueza porteña que dictó un fallo por el cual se permitió un matrimonio entre personas del mismo sexo, de ignorar "las condiciones para que el matrimonio sea considerado como tal, refleja un serio desapego a las leyes que nos rigen". Parece que el que no sabe nada de leyes ni de matrimonios (ni de amor, ni -supuestamente- de sexo, ya que estamos) es él.
Defensor de pederastas, rudo cruzado en la lucha contra el demoníaco matrimonio gay e incansable luchador contra el derecho de las mujeres al aborto legal, Bergoglio (Pancho, a partir de ahora) era una elección tan mala como cualquier otra. Lo malo es que no sé si había candidatos mucho mejores.

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