Anteriormente había dicho que le iba a hacer algún post sobre Cludio María Domínguez, así que, helo aquí. El periodista Alejandro Agostinelli, entre otros, viene investigando y denunciando a C. M. D. y sus compinches desde hace muchos años. En un artículo reciente para el blog del Círculo Escéptico Argentino, Daneel Olivaw cuenta que en una charla con Alejandro, éste le decía que "lo más peligroso no es tanto lo que él dice sino a quiénes promueve." Ciertamente, Domínguez promueve a charlatanes de todo tipo, con tal de que le compren un espacio en sus programas, páginas web, redes sociales o columnas en varios medios. Estos supuestos sanadores no son más que criminales, porque prometer a alguien que le van a curar un cáncer con una sustancia mágica, o que le van a ayudar a hacer una fortuna usando numerología, es una estafa y punto. Estas personas lucran con la necesidad de creer en algo que tiene la gente desesperada y con la ignorancia de quienes no tienen porqué saber que lo que les prometen es imposible, pero que deberían estar protegidos de este tipo de prácticas por las leyes y los organismos de control.
Sin embargo, para mí es C. M. D. quien encarna el mayor peligro, al ser él una figura pública a quien mucha gente le cree y en quien confía (con algo de suerte, los últimos escraches en la Feria del Libro habrán ayudado a cambiar esto). Domínguez presenta y promociona a varios charlatanes que eran prácticamente desconocidos antes de aparecer en sus programas. Claudio charla con ellos, los abraza, les hace preguntas seguramente preacordadas y nunca realmente inquisitivas y con su mirada amigable y su ya familiar sonrisa (que casi podría ser una marca registrada), asegura que lo que dicen es cierto y que lo que hacen funciona. Como si él lo supiera, como si lo hubiera comprobado, le pone la firma a las promesas huecas de sanaciones mágicas. Pero, como bien le señaló Agostinelli a Domínguez en el programa Memoria, durante el penoso debate (digo penoso porque no llegó a haber debate y los argumentos de Domínguez son inexistentes) por el asunto del "cirujano psíquico" Alex Orbito, lo que C. M. D. hace está muy lejos de poder ser llamado investigación periodística. En todo caso, lo único que investiga es cuánto le van a pagar por promocionarlos o cuánto va a poder cobrar por dar sus conferencias.
CMD promocionando a Orbito |
En la época en que C. M. D. viajó a Filipinas, Orbito era el cirujano psíquico más conocido, pero no fue ni el primero ni el mejor en llevar a cabo estos actos de magia. Antes que él, otros como Tony Agpaoa se habían dedicado a eso y sus fraudes fueron igualmente descubiertos. Cuando se confronta a Domínguez sobre la veracidad de estos "milagros", dice que no importa si son fraudes, que lo que importa son los resultados. Primero, esos resultados no existen, no hay documentación de que nadie haya demostrado la desaparición de un cáncer después de participar de esos truquitos baratos. Podría haber algo de efecto placebo, pero eso no es lo mismo que curarse. Segundo, lo de que el fin justifica los medios no es algo que me parezca de lo más ético o encomiable, especialmente si se tiene en cuenta que se está mostrando a alguien cómo se le están extrayendo tejidos tumorales de su cuerpo, asegurándole que se ha sanado y que puede, por lo tanto, dejar los tratamientos médicos. Ante esta crítica, Domínguez se retracta y da varias excusas en el lenguaje típico, indemostrable, indiscutible, de los charlatanes y pseudocientíficos:
- dice que los cirujanos psíquicos no extraen los tumores, sino que éstos siguen estando, de manera que, sumado al hecho de que al no haber una cirugía real no hay cicatrices, no queda en el cuerpo del paciente ninguna evidencia de que la cirugía psíquica haya hecho nada. Cualquier escaneo mostrará que nada ha cambiado.
- dice que estos sanadores practican el arte de la loburgia, que -según él, porque yo no encontré definiciones de esa palabra- consiste en extraer "materializaciones negativas del cuerpo energético del ser humano". Es decir, pretende convencernos de que el cirujano no abre el cuerpo, sino que la sangre y esos tejidos que parece sacar, simplemente aparecen de la nada. Esto es un insulto a la inteligencia, la lógica y la razón. Si permitieran hacer un análisis básico a esas supuestas "manifestaciones", quedaría demostrado que contienen ADN de pollo.
Más allá de lo que Domínguez diga, ha quedado demostrado más allá de toda duda que estos supuestos cirujanos son un fraude. Y él los promocionaba sin escrúpulos.
Otro fraude habitualmente usado por los "amigos" de Claudio es la homeopatía, usada y promocionada por los doctores Ignacio Torres y Ernesto Crescenti, entre otros. Entre los demás auspiciantes de la web de Domínguez podemos encontrar, por ejemplo,
- a la Dra. Elsa Franconi, que dice practicar "Técnicas de Re-aprendisaje Neuro Emocional, Respiración Alotrópica, Hipnosis, Desensibilización y Desacondicionamientos" para tratar "Miedos, Fobias, Ataques de Pánico y Depresión",
- al instituto Rémaca, que promociona la reflexología y la meditación como terapias curativas,
- al instituto Línea Ozono, que usan la ozonoterapia,
- a Nature's Sunshine, que entre sus productos naturales vende clorofila como suplemento dietario,
- y la empresa Nueva Luz, que nos ofrece lámparas hechas de sal del Himalaya para cambiar la ionización del aire de nuestras casas.
Sathyanarayana Raju (1926-2011) |
No está de más recordar también el vínculo entre Domínguez y las sectas. Fue admirador desde siempre del controvertido Sathyanarayana Raju, alias Sai Baba (1926-2011), acusado de abusos sexuales y violaciones, además de ser un charlatán como todos los supuestos hombres-dioses, sanadores espirituales y demás títulos que se autoasignan. En Argentina, Domínguez auspició al riojano Ricardo Javier Ocampo, conocido como el Maestro Amor, otro "gurú" denunciado por abuso sexual y que podría volver a la cárcel. Este fue el motivo del escrache mientras presentaba sus libros en la Feria del Libro de este año. Al debatir con Pablo Salum, miembro de una agrupación anti sectas y que vivió en la comunidad de Ocampo, Domínguez vuelve a recurrir a las excusas y el lenguaje del charlatán: dice que en esa época no sabía nada de los abusos ni de que esa comunidad fuera una secta.
El Maestro Amor |
Volviendo entonces a lo que le dijo Agostinelli en 1995 (que Domínguez no hace periodismo de investigación), me parece lógico que si él no investiga a las personas que promociona, no puede después así como si nada lavarse las manos y recurrir al "yo no sabía, yo no vi nada". No sabía porque no investigó o porque, como él mismo dijo, no le importa si es todo un fraude. Aunque se quiera desligar de ellos, diciendo cosas como "quién soy yo para condenar la paja ajena", Domínguez es responsable de los charlatanes, estafadores y violadores que promociona y promocionaba. Si no los investigó adecuadamente antes de avalarlos, es problema suyo.
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