
Para quienes no estén al tanto, el martes pasado, en esta ciudad, un edificio prácticamente explotó a causa de un gran escape de gas en su planta baja. Hasta el momento de escribir esta nota, se cuentan oficialmente 15 personas fallecidas, 6 desaparecidas y 10 que siguen internadas (inicialmente fueron más de 60).
Algunos de los sobrevivientes relataron que el escape de gas era tan fuerte que hacía un sonido semejante al de la turbina de avión. A los pocos minutos, explotó todo. El edificio en cuestión constaba de tres torres, una de las cuales -la del medio, de nueve pisos- se derrumbó por completo. Las otras dos corren serio riesgo de derrumbarse y de todas formas deberán ser demolidas a futuro. Los edificios aledaños y cercanos también sufrieron graves daños. Cientos de personas ya no podrán volver a sus casas y muchas de ellas perdieron todo lo que tenían. Que yo sepa, en Rosario nunca había pasado algo parecido.
La demora de la empresa distribuidora en cerrar el paso del gas -dos horas desde la explosión- posiblemente dificultó o retrasó las tareas inmediatas de rescate, ya que las primeras plantas seguían en llamas. Mientras las víctimas eran socorridas, se determinó un área de exclusión sonora, un cordón de unas dos cuadras de radio, dentro de la cual no pueden acceder vehículos. Esto es para facilitar el paso de ambulancias y para que los rescatistas, utilizando sondas y perros entrenados, puedan intentar escuchar sonidos que indiquen si hay personas atrapadas. Esta prohibición fue violada sólo cuando, al día siguiente, la Presidente Cristina Fernández de Kirchner fue al lugar con su comitiva. Incluso quiso caminar sobre los escombros, por lo que las tareas de rescate debieron ser suspendidas, aunque sólo fuera por unos minutos.
El Papa no tardó más que CFK en hacer llegar sus condolencias, en su caso en la forma de una carta enviada al arzobispo de Rosario, monseñor José Luis Mollaghan, quien en seguida la hizo pública durante la misa de San Cayetano. Tanto Mollaghan como el rabino Daniel Dolinski se acercaron, sin séquito ni alharaca, hay que decirlo, a ofrecer a los damnificados su ayuda y la de las instituciones a las que representan.
A través de los medios, buena parte del país sigue minuto a minuto lo que pasa en Rosario, donde la solidaridad abundó. Todas las expectativas fueron largamente superadas a la hora de solicitar dadores de sangre para los heridos, comida y abrigo para los rescatistas y ayuda para quienes ya no tienen casa y para los que siguen esperando la aparición de algún ser querido.
Pero, volviendo al tema, el Padre Ignacio fue otro cantar. Casi desde el primer momento se dijo que existe la posibilidad de que algunas de las personas que siguen desaparecidas hayan logrado salir del edificio luego de la explosión, ya sea por sus propios medios o con ayuda, y que no hayan sido ingresadas en ningún hospital, sino que se encuentren en algún lugar en estado de shock. Una de estas personas aún desaparecidas es Santiago Laguía, a quien, aparentemente, uno de los rescatistas habría sacado vivo del lugar. Su familia y amigos lo buscan desesperadamente por todas partes. Hay carteles con su imagen por toda la zona y su cara está en todas las redes sociales.

El jueves, parte de su familia fue a rezar a la iglesia Natividad del Señor, esperando poder hablar con el padre Ignacio. Su madre cuenta que éste los reconoció (muy posiblemente gracias a una ayudante que ya los conocía de Pergamino, su ciudad de origen) y los hizo acercarse. Sin la menor prudencia, Peries les dijo que Santiago "está con vida, que él puede sentir los latidos de su corazón, que puede estar shockeado o mareado" y les indicó que lo busquen específicamente en "las zonas verdes de la ciudad". Desde entonces, familia y amigos lo buscan en las plazas y parques.
Lo que hizo el Padre Ignacio sólo tiene un nombre: dar falsas esperanzas. Ojalá que Santiago esté con vida, pero eso no hay forma de que Peries lo sepa. Quienes dijeron que podría haber personas en estado de shock fueron los profesionales, no un charlatán que pretende convencernos de que tiene algún tipo de poderes telepáticos. Él tomó esa posibilidad y jugó sus cartas; hizo su apuesta. Si Santiago aparece con vida (y ojalá así sea), toda la ciudad lo idolatrará. Sus palabras serán más recordadas que la carta del Papa o la ayuda desinteresada prestada por tantas personas e instituciones. Será el "Padre Milagroso". Si su predicción falla, seremos pocos quienes lo recordaremos. Porque, como todo charlatán sabe, la gente se olvida rápidamente de las predicciones fallidas. En cuanto a los medios locales, que lo adoran, podemos estar seguros de que no se ocuparán del tema con la objetividad que merece.
No conforme todavía, Peries fue esa noche a la zona del accidente, se subió a un edificio cercano a los escombros acompañado de algunos bomberos y desde lo alto arrojó medallitas de su iglesia. Acá cabe destacar lo irresponsable de permitirle el ingreso a la zona y, más aún, subir a un edificio que podía estar en peligro de derrumbarse, además de la falta de consideración: una cosa es rezar en su iglesia y otra es interrumpir el trabajo de rescate para tirar sus medallitas sobre escombros y rescatistas. ¿Alguien le dio permiso? ¿Alguien fue consultado sobre la conveniencia de hacer algo así?
Algún día, los ciudadanos dejarán de admirar a estos farsantes y los verán como lo que realmente son: timadores de la peor calaña, que se abusan de la necesidad y la desesperación de las personas. Ésa es mi predicción (y mi deseo).
Actualización (12/08/2013, 21:45):
Hace apenas un par de horas fueron encontradas las últimas dos personas que faltaban, lamentablemente sin vida. Una de ellas es Santiago Laguía.
Actualización (12/08/2013, 21:45):
Hace apenas un par de horas fueron encontradas las últimas dos personas que faltaban, lamentablemente sin vida. Una de ellas es Santiago Laguía.