Obviamente, soy ateo. Siempre lo fui. Mis padres nunca me inculcaron
ninguna creencia y tuvieron la amabilidad de no enviarme a un colegio
religioso, cosa que no terminaré de agradecerles. En consecuencia, formé mi
propia opinión respecto de las religiones desde muy chico, con observaciones cotidianas y
leyendo a Carl Sagan, Isaac Asimov y, aunque suene extraño, Stephen King, entre
otros. Desde las primeras veces que puedo recordar haberme planteado el tema, me pareció obvio que la religión a la que uno pertenece es simplemente obra de la geografía y el azar. Todo depende de cuándo y dónde nacemos y no hay nada que podamos hacer al respecto.
Los Pitufos |
Así como no creo en ninguna religión (catolicismo, judaísmo, islamismo,
hinduismo, mormonismo, etc.), no creo tampoco en absolutamente nada
sobrenatural, mágico o místico, como la adivinación, la brujería o los fantasmas, ni en ninguna pseudociencia, como la astrología o la homeopatía,
por citar dos de las más populares. Creer en cualquiera de todas estas cosas
sería, para mí, lo mismo que creer en los Pitufos.
En lo que a religión se refiere, no me molesta lo que los demás crean e
incluso hay muchas tradiciones que me gustan. El problema surge cuando esas
creencias me afectan a mí o a otros que no las compartimos. Siempre me pareció
que las religiones, en general, tienden a pasar por encima de las libertades
individuales en pos de un supuesto -y no siempre real- bien común. Supongamos
que aceptamos que el mensaje central de las principales religiones es la paz y
el amor. Aún así, si vamos un poco más allá, nos encontramos con que en temas
de gran importancia social, las distintas religiones siempre tienen algo para
decir y no siempre sus opiniones tienen como único o mayor objetivo el
bienestar de los ciudadanos, sino que más bien dan la impresión de perseguir sus propios intereses. Sus representantes dicen hablar por todos los
fieles, pero ¿cómo es posible que sea así, si las religiones no son
democracias? Los representantes religiosos no son elegidos por los creyentes,
sino por las autoridades de mayor jerarquía.
En Argentina, la Iglesia Católica es la que mayor poder tiene y la
única con representantes prácticamente directos en el Congreso de la Nación. Veamos
algunas de las leyes y políticas de las cuales está (o al momento de su debate estuvo)
en contra:
- Educación sexual: el Programa de Educación Sexual Integral incluye en sus lineamientos curriculares la obligación de desarrollar contenidos que promuevan el conocimiento “de todos los métodos anticonceptivos y de regulación de la fecundidad existentes, y el análisis de sus ventajas y desventajas para permitir elecciones concientes y responsables, enfatizando en que el preservativo es el único método existente para prevenir el VIH/Sida.” A pesar de esto, y gracias a la presión de la Iglesia y la desidia de los gobernantes, en las escuelas de muchas provincias de Argentina la educación sexual no existe, mientras que en provincias como Salta, por ejemplo, se prioriza la educación religiosa en escuelas públicas por encima de la educación sexual. La enseñanza de la ciencia, en general, da lástima.
- Educación pública laica: sin dudas, la educación pública debe ser laica. No considero ético ni moral inculcar educación religiosa a niños que no tienen edad para comprender o discernir lo que se les está enseñando. Esto equivale, sin más, a quitarles el derecho a decidir en qué quieren creer, ya que a tan corta edad, creerán cualquier cosa que sus padres y/o maestros les enseñen. En Argentina, la Iglesia no estuvo deacuerdo con el cambio de educación religiosa a laica y sus representantes siguen dando batalla cada vez que pueden.
- Uso de preservativos: fomentar su uso disminuiría la transmisión de infecciones de transmisión sexual, así como la cantidad de embarazos no deseados. La Iglesia, salvo contadas excepciones, sigue estando en contra de su uso.
- Matrimonio civil: desde que existe, las parejas ya no necesitan casarse por iglesia si no lo desean. La Iglesia estuvo en contra de sucreación, por considerarlo contrario a los valores católicos de familia y tradición.
- Divorcio vincular: desde que existe, los matrimonios se pueden disolver legalmente. La Iglesia estuvo en contra de esta ley, vaticinando que sería el fin de las familias.
- Matrimonio de parejas del mismo sexo: aprobado recientemente en Argentina, permite que parejas homosexuales puedan casarse. La Iglesia jamás estuvo de acuerdo, aunque algunos de sus miembros alzaron voces a favor y fueron, en consecuencia, separados de sus funciones.
- Aborto: en Argentina sigue siendo ilegal, aunque hay casos específicos en los que es no punible. Sigue sin darse el debate y la Iglesia está absolutamente en contra en cualquier caso.Todo lo referente a la salud reproductiva es mala palabra y la desinformación y difusión de mentiras y falacias es constante.
Seguramente hay más ejemplos, pero estos me parecieron los más
importantes. Quienes no compartimos la fe católica y estamos ansiosos por que
estos temas de debatan en profundidad y se aprueben las leyes necesarias, no
sólo debemos esperar los interminables tiempos de la legislación argentina,
sino que también debemos escuchar cómo representantes religiosos participan del
debate, intentando, y muchas veces logrando, influir en nuestras vidas, a pesar
de que no compartimos sus creencias.
¿Cuántos de los ciudadanos argentinos se sienten realmente
representados por la Iglesia? Puede que muchos, pero ciertamente no todos. Ahí radica
la importancia de un Estado laico. Un Estado laico (o secular) no es un Estado
sin religión, sino uno aconfesional, en el cual existe una separación entre el mismo
y las religiones. Es así que todos los ciudadanos gozan de libertad de credo,
pero se garantiza que no haya influencias de las comunidades o instituciones religiosas
en ninguno de los poderes: ejecutivo, legislativo o judicial. Por supuesto, un
grupo religioso siempre puede hacer presión o lobby, pero -teóricamente- no
recibe trato preferencial y las leyes no se dictan en base a las demandas de
una religión, sino -si todo funciona bien- teniendo en cuenta el bienestar y la
igualdad de derechos de todos los ciudadanos.
Por el contrario, un Estado confesional es aquel en el que el Estado
adhiere a una religión específica, que pasa a ser la religión oficial del país.
En los países que se encuentran en esta situación, puede haber o no tolerancia
hacia otras religiones. Un caso extremo es el de las teocracias, que son países
donde los líderes religiosos y gubernamentales son los mismos o coinciden casi
totalmente en sus políticas, de forma que la influencia de una determinada
religión sobre el Estado es total. Ejemplos de Estados teocráticos actuales
son: el Vaticano, Irán y ArabiaSaudita.
Símbolos de las principales religiones |
Imaginemos una situación en la que fuéramos minoría en un Estado
confesional perteneciente a una religión distinta de la nuestra. Supongamos, por ejemplo,
que en la Argentina la religión mayoritaria fuera la Congregación Cristiana de los Testigos de Jehová. ¿Cómo nos sentiríamos,
no perteneciendo a ese credo, si se nos niega una transfusión de sangre que
podría salvarnos la vida, porque la política oficial es que las transfusiones
(que los Testigos comparan con comer sangre, acto prohibido por Dios) son ilegales? No es arriesgado aventurar que nos sentiríamos frustrados,
por decirlo suavemente, si una decisión semejante se viera influida por una
creencia religiosa que nosotros, también ciudadanos de ese Estado, no
compartimos.
Sí, la eutanasia ciertamente es otro de los temas importantes. Sé que en Río Negro es legal desde 2008, pero no sé cómo está el tema en las demás provincias. En diciembre del año pasado la Cámara Baja le dio media sanción a un proyecto de ley, así que habrá que ver cómo sigue ahora.
ResponderEliminarMaxi, leí casi todos los posts. Muy bueno en general, mínimos errores de ortografía y gramática. En el post de las constelaciones, lo único que te observo es que un año luz no son casi 10 billones de Km, son casi 10 mil millones, el uso del billón como equivalente a mil millones no se corresponde con nuestro sistema de medidas.
ResponderEliminarY para cerrar, sabés mi postura sobre el aborto, pero te pregunto: si "reproducir" significa "producir más", ¿por qué eliminar en este caso a un bebé está encuadrado dentro de "salud reproductiva"?
Gracias, Guille!
EliminarAhora hago una notita aclaratoria en lo de los años luz. En vez de explicarlo, puse un link en la palabra "billón" a su explicación en Wikipedia, pero igual debería haberlo explicado para que sea más claro. Me hace acordar al chiste de la señora que se asustaba porque le decían que el Sol iba a explotar dentro de unos 15 mil millones de años:
- ¡¿Dentro de cuánto?! -preguntaba asombrada.
- Unos 15 mil millones de años, señora.
- ¡Ah! Menos mal, pensé que dentro de 15 mil, nada más...
La postura de la Iglesia Católica (me refiero sólo a la misma porque es la única con voz en el Congreso, pero las demás religiones deben tener la misma postura, supongo) sobre el aborto es no admitirlo bajo ningún concepto y no dar lugar a ningún debate, siempre que puedan evitarlo. Cuando se ven forzados a debatirlo, usan estrategias como llamar bebé al embrión o al feto para que la gente se imagine a mujeres panzonas clavando puñales a sus bebés ya casi a punto de nacer. El tema no es fácil en absoluto y el debate es interesante y útil, pero debe haber un debate y sin usar falacias ni argumentos desinformadores.
Con lo de salud reproductiva quise incluir, sin entrar mucho por ahora en el tema, a todos los temas que tienen alguna relación con el aborto, ya que no es simplemente abortar por abortar: eduación sexual, anticoncepción y planificación familiar, salud del embrión, feto o bebé y de su madre, etc.
Específicamente, "salud reproductiva" (según la OMS) se refiere al "estado de completo bienestar físico, mental y social, en los aspectos relativos a la sexualidad y la reproducción en todas las etapas de la vida. No es por tanto una mera ausencia de enfermedades o dolencias. La salud reproductiva implica que las personas puedan tener una vida sexual segura y satisfactoria, la capacidad de tener hijos y la libertad de decidir si quieren tenerlos, cuándo y con qué frecuencia (derechos reproductivos). Tanto el hombre como la mujer tienen derecho a estar informados y tener acceso a métodos de regulación de la fertilidad seguros, eficaces y asequibles así como a disponer de servicios accesibles de planificación familiar y salud pública que permitan la adecuada asistencia profesional a la mujer embarazada y permitan que el parto se produzca de forma segura y garantice el nacimiento de hijos sanos."
En un próximo post (o en varios, supongo) voy a dedicarme a ese tema específico.
Saludos!