Todas las estrellas que vemos en el cielo nocturno son soles, similares
al nuestro en esencia, pero cada uno con características propias, de forma que difícilmente
haya dos iguales. Algunas de sus características distintivas son: su color, que
varía entre rojo, azul, amarillo y blanco; su tamaño, que va desde enanas hasta
gigantes y su brillo. Además, algunas son relativamente recientes, mientras que
otras son mucho más antiguas –y millones más ya se han extinguido. La distancia
a la que se encuentran, tanto de la Tierra como entre sí, es pasmosa. Es por
eso que los astrónomos han tenido que crear hace mucho tiempo una nueva unidad
de medida específicamente para medir las distancias cósmicas: el año luz. Éste
equivale a la distancia que recorre la luz al viajar durante todo un año, alrededor de 10 billones(1) de kilómetros. Más
adelante se introdujo el pársec, que equivale a unos 3,26 años luz.
Antes de que los humanos descubrieran estas cosas, las estrellas les
resultaban un gran misterio. Para algunos eran dioses, para otros eran agujeros
en una gran cúpula que cubría la tierra, a través de los cuales pasaba la luz.
Más allá de los intentos de explicar qué eran las estrellas, siempre resultó
obvio que sus posiciones relativas no variaban y que todas las noches hacían el
mismo recorrido en el cielo, todas a la misma velocidad, de este a oeste. Esto
sirvió de orientación a los viajeros, tanto en tierra como en el mar, durante
cientos de años. También se podía comprobar que el cielo nocturno variaba según
las estaciones, de forma que algunas estrellas eran visibles en invierno y no
en verano, por ejemplo. Estas observaciones sirvieron para calcular la duración
del año y confeccionar calendarios con gran precisión, y esto fue de enorme
utilidad para actividades como la agricultura, la caza y la recolección.
Había, sin embargo, unos puntos que sí parecían tener movimiento, y
cuyas posiciones cambiaban al transcurrir el año. Su desplazamiento,
aparentemente errático, les valió el nombre de “planetas”. Todo tipo de teorías
surgieron para explicar qué eran. Se los asoció con deidades y surgieron mitos
y leyendas sobre ellos en casi todas las culturas. Cinco de ellos eran visibles
a simple vista, pero más adelante se descubrieron tres más y sus lunas, o satélites naturales.
Constelación El Carro, El Arado o La Osa Mayor |
La disposición de las estrellas en el cielo parecía ser al azar. Sin
embargo, la imaginación humana pudo más y casi todas las culturas asignaron
formas imaginarias a las agrupaciones más notorias. A estas formas, se las
llamó constelaciones. Es común que distintos pueblos hayan visto distintas
formas en un mismo grupo de estrellas. Así, la constelación de la Osa Mayor
para griegos y nativos norteamericanos, por ejemplo, era llamada el Carro en la
Europa Medieval, la Cacerola en Francia, el Arado en Inglaterra, el Burócrata
Celeste en China y para los antiguos egipcios era una procesión de un toro, un
hombre y un hipopótamo llevando a un cocodrilo. Esto no es casual, ya que cada
pueblo veía en el cielo un reflejo de su vida cotidiana o plasmaba en él sus elementos
de su propia cultura. Así, los observadores más antiguos veían seres
mitológicos, los pueblos cazadores veían animales de caza, los exploradores
veían instrumentos de navegación, etcétera.(2)
Las formas que las personas creían ver en las estrellas, que dieron
origen a las constelaciones, no sólo son producto de su imaginación, sino que
dejan de existir cuando cambiamos nuestra perspectiva, ya que las estrellas no
sólo se encuentran a gran distancia entre ellas en todas las direcciones que
percibimos desde la Tierra –arriba, abajo, a la derecha o a la izquierda- si no
que también se encuentran a distintas distancias de nosotros, es decir una más
atrás que la otra. Para que sea más claro, tres estrellas que desde nuestro
planeta parecieran formar una línea, desde una vista lateral seguramente no
estarían alineadas:
Un ejemplo más mundano de la importancia de la perspectiva, un bicicletero en la Vía Padova, en Milán:
Aparentemente, estamos viendo una bicicleta. |
Desde otra perspectiva, vemos que la bicicleta no existe. |
(1) Existen dos
escalas numéricas: la corta y la larga. En la escala corta, usada
principalmente en Estados Unidos y Australia, un uno seguido de doce ceros
(1.000.000.000.000, o 1012) es llamado trillón. En la escala larga,
usada en Argentina y la mayor parte de los países, el mismo número es llamado
billón.
(2) Fuente: "Cosmos", de C. Sagan
(2) Fuente: "Cosmos", de C. Sagan
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