No. La homeopatía no funciona. Es sólo un engaño más. Una pseudociencia sostenida por gente que no
necesariamente tiene conocimientos médicos y que sólo quiere sacarnos dinero
(mucho), ofreciéndonos a cambio frasquitos con agua o pildoritas de azúcar, e
ilusionándonos con la idea de curaciones mágicas, sin dolor, ni efectos
secundarios.
Christian F. S. Hahnemann
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Los principios fundamentales de la homeopatía fueron establecidos entre finales del
siglo XVIII y principios del XIX por el médico alemán Christian F. S. Hahnemann. Por aquellos años, la
medicina estaba “en pañales” y los conocimientos de anatomía, fisiología o
patología eran muy escasos, comparados con los actuales. Tampoco estaba muy
claro qué provocaba las enfermedades, ya que era muy poco lo que se sabía sobre
hongos, bacterias, virus, sustancias tóxicas, alérgenos y mucho menos sobre
predisposiciones genéticas. Tampoco se sabía que los síntomas eran provocados
por las enfermedades, así que se los trataba como si ellos en sí mismos fueran
la enfermedad, es decir, se atacaba el síntoma y no aquello que lo provocaba.
Las prácticas médicas habituales incluían, entre otras, sangrías, purgas, lavativas, trepanaciones y tratamientos con cianuro o
mercurio. Como es lógico, no era extraño que muchos pacientes murieran a causa
de estos tratamientos, antes que por las enfermedades (o por la conjunción de
ambos factores). Ante este panorama, Hahnemann se decidió a buscar un método
mejor para curar las enfermedades (síntomas) sin esos desastrosos efectos
secundarios.
Hahnemann creía que las enfermedades eran desequilibrios de una “fuerza
vital” que debía ser “reequilibrada”. En cierto momento, se encontraba
traduciendo el libro Materia
Medica, de William Cullen, donde se describían los efectos
de la quinina para calmar las fiebres intermitentes.
Decidió entonces aplicarse una dosis muy alta de quinina y sufrió una fuerte
fiebre, así que pensó que, si una dosis alta provoca la enfermedad -y cuanto
menor es la dosis, menores son sus efectos-, una dosis infinitesimal debería
provocar la cura. Siguiendo ese razonamiento, propuso que cuanto más diluida estuviera una sustancia, mayores serían sus poderes
curativos. De esta
manera, se dedicó a tratar las enfermedades con sustancias que provocaran los
mismos síntomas (similia similibus
curentur, lo similar se cura por lo similar), pero en dosis ínfimas. Es por
este motivo que llamó a esta nueva disciplina Homeopatía: en griego, homoios significa similar y pathos, sufrimiento, o enfermedad.
El método que inventó Hahnemann para la preparación de remedios
homeopáticos se llama “dinamización”, y consiste en lo siguiente:
1º: Se toma una parte de la sustancia a usar como base, o “tintura madre”.
2º: Se la diluye en 99 partes de agua y se agita enérgicamente (“sucusión”)
con una serie de movimientos mecánicos muy concretos que sacuden y golpean la
disolución (Hahnemann usaba su Biblia para golpear el recipiente). Se obtiene
así una dilución llamada 1 CH, por Centesimal de Hahnemann.
3º: Se toma una parte de esa dilución 1 CH y se la vuelve a diluir en 99
partes de agua, sin olvidar el ritual de agitar y golpear con energía,
obteniendo una dilución 2 CH.
4º: Se sigue repitiendo el proceso hasta el aburrimiento.
5º: Se sigue repitiendo el proceso.
Cada vez que se repite el proceso, la dilución obtenida está 100 veces más
diluida que la anterior. Un cálculo químico sencillo permite deducir que en una
dilución 12 CH ya no queda ni una sola molécula de la sustancia original. No
contentos con eso, el proceso de dilución homeopática continúa hasta 30 CH, 60
CH e incluso 100 CH. Ante cualquier duda, esto puede verificarse, por ejemplo
en la página de los Laboratorios Boiron, uno de
los principales productores de remedios homeopáticos.
La explicación de Hahnemann a este sinsentido era que durante el proceso de
sucusión, la sustancia activa le pasaba al agua parte de su “espíritu”, su
“esencia curativa inmaterial”. Por eso, decía, el agua seguía conteniendo las
propiedades de dicha sustancia. Los homeópatas actuales dicen que “el agua
tiene memoria” y que “las vibraciones de las moléculas de la tintura madre
hacen vibrar a las moléculas de agua, que las recuerdan”. El éxito de la
homeopatía se debió justamente a que, al no ser más que agua, era mucho menos
agresiva con los pacientes que los métodos tradicionales de la época y no
tenía, como es obvio, efecto secundario alguno. Esto, en muchos casos, le daba
tiempo al sistema inmunológico del paciente para actuar y curarse. Como
consecuencia, la homeopatía triunfó y se consideró como método válido y
Hahnemann ganó prestigio. Sin embargo, ninguno de sus principios básicos:
- ni el de similitud (lo igual cura lo igual),
- ni el de las dosis infinitesimales (cuanto más diluida está una sustancia, más potente es su poder de curación),
- ni el de la “memoria” del agua,
tienen base científica alguna, sino que son totalmente falsos y se
encuentran mucho más
cerca del curanderismo y la brujería que de la medicina, contradiciendo los
principios básicos de la biología, la química, la física y, claramente, el
sentido común.
Aunque parezca mentira, la homeopatía nos depara algunas sorpresas más.
Como no se trata de curar enfermedades, sino de re-equilibrar la “fuerza
vital”, no hace falta que las sustancias que se emplean como supuestos
principios activos, o tintura madre, provoquen realmente la enfermedad o
dolencia que se supone que tratan; ni siquiera tienen que producir exactamente
los mismos síntomas. Basta con que se les parezcan un poco, o que tengan cierta
similitud alegórica o incluso poética. Para ilustrar esto, aquí van algunos ejemplos (aclaro que ninguno de ellos es
broma, todos son remedios homeopáticos reales y se venden en muchas farmacias):
Enfermedad
(síntoma)
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Remedio
homeopático
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Enfermedades
de la sangre
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Veneno de
la serpiente Lachesis Trigonocephalus, que produce pústulas
sanguinolentas
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Espasmos
musculares
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Cobre
metálico (Cuprum metallicum*), cuya intoxicación provoca convulsiones
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Estrés
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Bayas
venenosas del arbusto Strychnos nux-vomica, que alteran el sistema
nervioso central
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Hipotensión
o anemia
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Sal común
(Natrum muriaticum*), porque en altas dosis deshidrata y destruye
glóbulos rojos
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Lagrimeo y
moqueo
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Cebolla (Allium
cepa), porque al cortarla nos hace llorar
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Cualquier
tipo de dolor
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Abeja (Apis
mellifica*) triturada en lactosa y diluida, porque su picadura duele
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Colitis o
diarrea
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Caca de
perro (Excrementum canium*)
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Sensación
de opresión o ahogo
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Muro de
Berlín, triturado y diluido
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Síntomas
de la menstruación
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Luz del
planeta Venus (Venus Stella Errans*),
almacenada y diluida
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*nombres inventados para el producto homeopático específico, no
relacionados con la nomenclatura científica.
Productos homeopáticos
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Una técnica que los homeópatas usan para que esto no parezca tan ridículo
(aunque lo sea), consiste en poner a los productos nombres que suenen
científicos. Para esto, simplemente usan el nombre científico -algunos reales y
otros inventados- de las sustancias usadas como base de los preparados. Es
decir, que cuando nos están vendiendo una dilución 30 CH de Allium cepa como remedio antigripal, no
nos estamos llevando a nuestra casa nada más que un frasquito con agua (o
pastillitas de azúcar impregnadas con agua), que es probabilísticamente
imposible que contengan ni una sola molécula de jugo de cebolla común.
Continúa en
el próximo post...
Qué buen blog, lo encontré hace poco, y veo que es relativamente nuevo. En mi humilde opinión, va por muy buen camino: los posts que he leído están bien documentados, ordenados y son de fácil lectura =) Sigue así. Haz conseguido un lector habitual.
ResponderEliminarSaludos!
Gracias, Pangui!
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